La emoción en los discursos, la llama que enciende la mecha
Los discursos son herramientas potentes que ayudan a persuadir a una audiencia semiconsciente. Por eso, en su elaboración, es fundamental tener en cuenta todos los detalles tanto de fondo como de forma, de manera que permitan que el candidato rentabilice cada una de sus intervenciones.
El discurso ha de ser el candidato. ¿Qué quiero decir? Que ha de reflejar la esencia del candidato, sus valores, sus ideas, su energía, su determinación. Su causa y su proyecto para liderar a los ciudadanos.

La construcción del discurso la debemos afrontar adecuándolo a cada uno de los públicos. Para ello y aunque parezca obvio, tenemos que saber dónde, cómo, con quién y ante quién va a hablar el candidato. Es posible trasladar nuestro mensaje principal de campaña a todos los públicos, pero tendremos que vestirlo diferente en función de si el perfil del auditorio está configurado de manera predominante de mujeres, de personas mayores, jóvenes o de algún tipo de profesional. Obvio que no es lo mismo.
La planificación del mensaje es clave en el diseño de la intervención. En ella, cada palabra cuenta. ¿Por qué alguien elige hablar de violencia de género, y otro elige violencia doméstica? Todo importa. Las palabras están marcadas y hemos de saber utilizar la opción más adecuada. Como bien señalaba el investigador norteamericano de lingüística cognitiva, George Lakoff, todos pensamos siguiendo un esquema de marcos mentales.

Llegamos al punto que para mí tiene más relevancia: el mensaje debe ir acompañado de emoción. Esta permitirá arengar a los simpatizantes congregados, ya sea físicamente o a través de algún soporte o medio de comunicación. La esencia de toda campaña es mover a los ciudadanos y ponerlos en modo “on”. Por eso, la emoción es imprescindible para el éxito del discurso. Podemos tener un buen mensaje, pero si va sin emoción, se quedará olvidado. La sensación emotiva contribuirá a que los asistentes recuerden el momento y lo transmitan. Es la llama que encenderá la mecha.
Para ello, hemos de contar historias, historias que son hechos envueltos en emociones. Las historias son atractivas y permiten establecer vínculos con los electores. Las emociones primarias, fundamentalmente, construyen la decisión del voto ¿por qué? porque esas emociones primarias como la ira, el amor, la venganza, etc., son la base fundamental de las emociones que aportan a la inteligencia su ayuda para tomar las decisiones que creemos oportunas.

Finalmente, no debemos olvidar la preparación de la puesta en escena. Hemos de recordar que el éxito de una comunicación radica, en su mayoría, en la comunicación no verbal. Así, si queremos persuadir a la audiencia, debemos estudiarla y ensayarla para que fondo y forma estén alineados transmitiendo el mismo mensaje, la misma emoción, en la misma dirección.
Preparar cuidadosamente cada intervención es ya un ejercicio básico siempre, pero, en campaña es, si cabe, más exigente, dado que cada día, cada hora y cada minuto cuentan para anotar un voto en la cuenta del partido en cuestión y restarlo de la cuenta del oponente. Cualquier error, puede pasar factura.