En la política se debe aprender que solo existe un camino para ejercer un liderazgo positivo: estar lleno de valores.
El ‘valor’ es un ideal que estimula la producción de normas y comportamientos y el ‘liderazgo’ es la capacidad de influir en los demás para dirigirlos a la consecución de un objetivo determinado.
Es importante clarificar estos dos conceptos, porque mantienen una relación de interdependencia. Así, se puede determinar que un hombre justo es un hombre lleno de valores, mientras que un líder es quien, estando lleno de valores, los promueve en la gente para desarrollarlos.

Esta relación tiene, por tanto, una cara positiva, pero, también, un lado negativo. La parte positiva es que la sociedad está llena de hombres justos, con valores y que todos conocemos. Sin embargo, existe una orfandad de un liderazgo necesario en nuestros países, un liderazgo que sea capaz de estar lleno de buenos valores y de instalarlos en la ciudadanía para su buen desarrollo.
Entonces, ¿cómo se puede hacer desde la consultoría política para promover un liderazgo basado en valores? El primer paso es entender qué relación tienen con el líder, con el candidato. A partir de aquí, se estará listo para iniciar el desarrollo de un sistema estratégico que permita ganar una elección. El motivo es que las elecciones se producen porque se da un intercambio de valores entre candidato y votantes.

Es necesario cambiar la mentalidad. No hay que hablar de lo que se tiene. Eso no es lo que quiere el votante. Hay que hablar de lo que el candidato es y de lo que representa.
Para intervenir en esta parte del proceso, los consultores deben aplicar técnicas de psicometría, útiles para definir la personalidad de un candidato. Estas, empleando técnicas de la neurociencia y el neuromarketing, permitirán averiguar qué valores tiene.
Aplicar técnicas de psicometría ayuda a entender a ese líder-candidato. Por eso, conviene emplear herramientas como el test de Allport, desarrollado por el psicólogo estadounidense Gordon Willard Allport en el siglo XX. Él fue uno de los primeros en dedicarse al estudio de la personalidad. Su test consta de dos partes. En la primera, se muestran una serie de variables fácticas y axiológicas en las que se deberá marcar si se está de acuerdo o en desacuerdo. La segunda parte muestra cuatro opciones que deberán jerarquizarse en función del mayor grado de acuerdo al mayor grado de desacuerdo.

Otra técnica es el conocido como “Diagrama de Nolan”, en honor a uno de sus divulgadores: David Fraser Nolan. Fue un político y activista libertario estadounidense, conocido por ser uno de los fundadores del Partido Libertario de Estados Unidos a principios de la década de los 70. Este diagrama define las posiciones políticas humanas respecto a dos vectores: la opinión económica y la opinión personal, para producir un tipo de sistema de las ideologías políticas. Ayudan a definir la personalidad y el ideario político donde ese candidato va a estar instalado.
La segunda parte del sistema es entender dónde están los votantes y ubicar la plataforma de intercambio. Para atajar esta parte, el apoyo fundamental radica en realizar un estudio semiótico que contribuye intensiva y profundamente al conocimiento de las personas que afrontarán las próximas elecciones.
Cuando eso lo tenemos, sabemos que existe ese intercambio de valores de líder y de los ciudadanos votantes. Esa plataforma de intercambio es la más importante, es la pieza angular de este modelo de consultoría política.

¿Cómo y dónde se sustenta esta plataforma de intercambio?
Se sustenta en la credibilidad. Los políticos no representan nada sin ella. La credibilidad es el mayor patrimonio que pueden atesorar durante su vida. Es la que les da sentido a cada uno de ellos. Por ello, esta moneda es la que permite que se dé el intercambio de valores.
La credibilidad se sustenta en la confianza, está en el afecto, en el conocimiento y, por último, en el interés, es decir, para llegar a tener credibilidad, el primer paso ha de ser generar interés, porque nadie cree en quien no confía; nadie confía en quien no quiere; nadie quiere a quien no conoce, y nadie conoce a quien no le interesa.
Y, entonces, ¿cómo genero interés para que se desencadene toda la cadena? De una manera, muy sencilla. La otra base de la plataforma tiene que ver con la identidad. Se necesita un tráfico de identidad entre el ciudadano y el líder. Si no existe un proceso de identificación en donde el ciudadano se refleja en lo que el candidato representa, el modelo de trabajo no sirve.

Esto es estratégico porque los líderes no son votados por ellos, son votados porque los ciudadanos se votan a sí mismos. Lo que el líder representa en ese proceso de identificación es tan importante para mí, que me lleva a votar por él. En una elección se contrastan los valores del líder con los valores del votante. Esa identificación produce el voto, porque no se vota por lo que el candidato tiene, sino por lo que es y representa. La gente no sigue a un líder por el líder, sino por ella misma.
Este proceso de identificación activa la escalera y, de esta forma, cuando este sistema está plenamente armado, es cuando, por fin, puedes plantear un planteamiento estratégico y un planteamiento táctico para comunicar la causa que le ha llevado a presentarse.