El liderazgo y la esencia humana
En pleno S. XXI, se presenta una coyuntura única, en la que se es testigo de cómo la potencia del liderazgo supera, incluso, al predominio de las ideologías. Estas se entienden en su sentido más tradicional como el juego ético de ideales, principios y doctrinas que gobiernan la vida.
Al mencionar la palabra “líder”, el imaginario colectivo se llena de múltiples referencias históricas desde el mismo Jesucristo, hasta Julio César, Alejandro Magno, Napoleón Bonaparte o Mahatma Gandhi, y donde también cuentan con un papel destacado perfiles como los de Mao Zedong, Fidel Castro, o Hitler. Se trata de personas muy diferentes, unas de luz y otras de oscuridad, pero que ejercieron, en distintas épocas y en distintos lugares, un liderazgo movilizador.
Partiendo de la premisa de que líder es aquel que es capaz de llevarte hasta el cumplimiento del objetivo marcado, se propone la definición de liderazgo como el arte de sacar lo mejor de las personas, usando la motivación necesaria para la consecución de los objetivos personales y colectivos.
Esta definición debe ser matizada con un descubrimiento: no seguimos a un líder por él, sino por nosotros mismos. Esto es clave para construir y consolidar la conexión entre el líder y la sociedad, dado que la ciudadanía hará cosas que demuestren sus creencias; para ello, necesita un ‘por qué’, ya que no se adhiere a lo que propones, sino al por qué lo propones.
Asimismo, y dando respuesta a la eterna pregunta de si un líder nace o se hace, se puede determinar que los líderes pueden construirse, aunque es cierto que cada uno trae algunas cualidades innatas.
Por todo lo anterior, estudiar cómo se forman, qué energía tienen, qué ideas poseen, qué determinación les guía, cómo conectan y empatizan con la sociedad, supone el estudio de la esencia humana.